Nos han enseñado a temer a la muerte, a verla como algo muy lejano a nosotros y que solo llegará cuando estemos viejos. Vivimos en una sociedad donde casi se nos obliga a tener 100% planificada nuestra vida, cada paso que daremos, que carrera estudiaremos, si nos casaremos, si tendremos hijos, siempre hay un paso más que calcular…. sin embargo, no se nos enseña que somos frágiles y que la vida es tan solo un respiro, que en cualquier momento puede terminar.
Corría el año 2007, un año colmado de emociones fuertes en mi vida, experiencias nuevas que llevaron a mi salud física y emocional a tope.
Ese año me mudé de país, terminé una relación muy importante para mí, dejé pasar grandes oportunidades, en resumen fue un año crucial que más adelante marcaría un antes y un después en mi vida. Era un día de semana, miércoles o jueves tal vez, recuerdo que en la empresa donde trabajaba éramos patrocinadores de un evento importante y tenía que ir presencialmente a corroborar que todo salga de manera óptima, todo andaba bien...Ya de vuelta en la oficina, luego de asistir al evento, sentada en mi escritorio de trabajo empecé a sentir un dolor en el pecho que cada vez fue incrementándose más y más, a tal punto que empecé a tener problemas para respirar; en ese momento lo primero que pensé fue que me estaba dando un paro cardíaco, había llegado el final.
Una persona que trabajaba conmigo tuvo la gentileza de ayudarme y llevarme a un centro médico que con suerte estaba justo en el mismo edificio donde trabajamos, recuerdo haber entrado al ascensor, ya luego todo se tornó difuso y luego perdí la conciencia.
Fue como estar como en un sueño profundo y a lo lejos escuchar la voz de una mujer que gritaba: “la chica se muere” “inyecten tal medicina” etc…. luego solo recuerdo estar caminando en un tunel de color negro que sabía me conduciría a otro lugar, a otra vida quizá… Del otro lado del túnel, recuerdo ver una imagen de cuando yo era pequeña tomada de la mano a mi madre, en ese momento, una voz en mi subconsciente me dijo: no puedes morir aún, si mueres le harás un gran daño a tu madre, y por ese motivo me aferré más que nunca a la vida.
Desperté pasadas unas horas en una camilla en una clínica, mi madre sentada a los pies de mi cama llorando. En ese momento me di cuenta que el destino, Dios o el Universo habían decidido que no era mi momento.
Estuve internada en la clínica una semana, el Doctor que me atendió me comentó que lo que me dió fue una crisis de estrés muy grave que estuvo a punto de terminar con mi vida y que además muchas personas ya la habían perdido por la misma causa.
Desde entonces mi vida tomó un rumbo distinto, siento distinto, tomo lo que me sucede de diferente manera, no programo mi vida, no hago planes a largo plazo, mi vida consiste en aprovechar cada día que tengo al máximo, cada minuto, cada segundo como si fueran el último.
Ese día entendí que el momento más inesperado puede ser el último, que depende de cada uno de nosotros el significado y la importancia que demos a nuestros días, de lo que deseemos dejar como recuerdo a quienes nos rodean. Quizá esto suene un tanto cursi, pero lo que comparto con ustedes es algo que realmente sucedió y me llevó a ser quién soy.
Hoy no le temo a la muerte, se que es solo una manera de evolucionar y trascender a otro plano, a pesar de ello, atesoro cada minuto de mi vida y a mis seres queridos. Y como dice la conocida canción de Frank Sinatra “ El final se acerca ya lo esperaré serenamente, ya ves, yo he sido así, te lo diré sinceramente, viví la inmensidad, sin conocer jamás fronteras, jugué sin descansar …y a mi manera”
Luciana Salmón Sueyras
En un estudio realizado por Statista habla que el 43% de los encuestados en más de cien países aseguraron haber experimentado estrés durante gran parte del día anterior, mientras que este porcentaje era del 38% en 2019.
Aunque el estrés a nivel mundial alcanzó en 2020 cifras récord.
El mayor problema se da cuando el estrés se transforma en depresión, generando cuadros de crisis más profundos.
Es momento de vivir hoy, de verte a ti y de ir al ritmo que puedes, recuerda que hay profesionales que siempre pueden apoyarte en el proceso.
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